Larry Laracuente

Por Ana Castillo Muñoz
“Mi día a día en el Club empieza conmigo gritando y haciendo ruidos desde que llego. La gente me pregunta por qué todos los días estoy contento, que por qué no traigo problemas y preocupaciones. Sinceramente, mis problemas yo trato de no darlos a conocer, los tengo como todos los jóvenes, pero siempre estoy con una sonrisa para la gente”, explica Larry Laracuente, el Joven del Año del Club de Mayagüez.

A Larry lo conocen en el Club como el chico que siempre que dice que sí y es que una de las cosas que aprendió en el centro fue a siempre dar la mano. Por eso, reconoce la importancia y la responsabilidad de ser el Joven del Año. En ese sentido, su compromiso está con sus pares; la juventud. Dice que Boys & Girls Club lo ha ayudado a ser una persona más colaboradora, lo cual lo ha convertido en un ejemplo para los jóvenes.

“Me gustaría usar este título como Joven del Año para interactuar con los demás jóvenes, los más pequeños, para que vean ese ambiente positivo y se den cuenta de que dentro de la organización siempre hay  oportunidades y puedan seguir hacia adelante”, compartió. De niño, recuerda, no le gustaba estudiar y era travieso, pero siempre se destacó en los deportes. Sin embargo, lamenta que en la escuela elemental no le hayan sacado provecho a su talento. No fue hasta que llegó al Club donde se destacó en el baloncesto.

Ya de adolescente conoció una nueva pasión; correr. Por eso, utiliza el deporte para motivar y rescatar a muchos de la calle. Muchas veces los invita a correr, aunque sea en bicicleta.

Cuando Larry estaba en la escuela intermedia comenzó a practicar el atletismo. En aquel entonces la inmadurez no lo dejó tomar el deporte como algo serio. En el séptimo grado, su maestro de educación física de aquel entonces lo invitó a una competencia. Él, por salir del salón aceptó la invitación. El entrenamiento duró un día, pues al día siguiente era la competencia. Larry corría por correr. En octavo grado pasó lo mismo, pero al siguiente año entendió que debía disciplinarse.

“Yo no era de estar practicando porque no le encontraba sentido. Siempre un día antes de la competencia corría 15 o 20 minutos… En noveno grado cuando el maestro me hizo el acercamiento para representar a la escuela pensé que tenía futuro en eso y pues, me enfoqué”, explicó Larry.

Ese primer semestre de su noveno grado fueron meses determinantes. A William Sánchez, su mentor, le diagnosticaron cáncer. Larry pensó que su motivación había llegado a su final. Además de haber sido quien lo introdujera en el deporte fue su amigo. Larry piensa en las conversaciones que tenían y los consejos que le daba. “El maestro siempre se hacía el fuerte, pero cuando se sentaba hablar aparte conmigo me aconsejaba, era otra cosa. Él no se había percatado de la enfermedad, pero en enero comenzaron a hacer citas de seguimiento”.

Las últimas palabras que Larry escuchó de su mentor las lleva muy presente. “Recuerdo que la semana antes habíamos tenido una competencia y sus palabras fueron ‘Larry sigue aquí que tú vas pa’ lejos, eres muy bueno”. Luego, de ese último encuentro el joven visitaba la casa de su entrenador para visitarlo, pero no le dejaban verlo para que no se preocupara más. Después de eso, no lo volvió a ver más hasta un día antes del entierro. En verano falleció. De ese incidente hasta el sol de hoy han pasado tres años.

“Esa muerte me chocó, y desde ese día en adelante dije que me iba a enfocar en correr y que cada carrera que yo hiciera iba a ser en nombre de él.  Yo prometí que cada vez, de enero a mayo, que toque la pista me iba a recortar calvo por él. Eso ya lo he hecho por tres años consecutivos”, asintió Larry, quien por las tardes, después de clases es árbitro de juegos de volibol y baloncesto.

En el proceso de duelo, BGCPR jugó un papel muy importante en su vida. Y es que el club le ofreció la oportunidad de no abandonar su sueño, así que lograron una conexión, “para yo poder seguir entrenando más fuerte y no quitarme” con el equipo de atletismo de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez. Allí lleva dos años.

“Ahora pienso como una persona madura aquí me di cuenta que hay cosas que se hacen como se deben hacer, que no todo es el vacilón. Cuando me enfoco en algo hago todo lo posible para lograr mis metas”, concluyó el joven que en su clóset guarda sus dos pares de zapatos favoritos: unos tenis verde para correr maratones y los otros; unas zapatillas amarillas de clavo para correr en la pista.