Anaís García Figueroa ha pasado 11 años de su vida en el Club de San Lorenzo, por lo que considera que este es su segundo hogar. Fue el lugar donde pudo desarrollarse socialmente, luego de mudarse de Estados Unidos a los seis años de edad para vivir con su abuela. “El Club llegó a mi vida en el momento indicado debido a que a través de las diferentes experiencias y el apoyo de los líderes, allí pude encontrar la estabilidad que tanto necesitaba”, destaca la joven de 17 años de edad.
“Una de las experiencias que más me ha marcado en el Club es el proyecto Semillas de Triunfo: Programa de Chicas Embajadoras en STEM, que nos brinda talleres a chicas interesadas en las ciencias, la tecnología, ingeniería y matemáticas. A través de este programa, me he encargado de llevar un mensaje de empoderamiento que inspire a otras mujeres a luchar por sus metas e igualdad en diferentes áreas de su vida. Por otra parte, el Club también me dio la oportunidad de descubrir una de mis más grandes pasiones: el baile. A través de este arte he podido expresar mis emociones y mi verdadera personalidad, así como ser inspiración para otros niños a los cuales he podido ayudar, guiar y hacer que se enamoren del baile al igual que hice yo”, establece quien se ha destacado activamente en proyectos comunitarios y ha representado a su Club y a la juventud puertorriqueña en distintos foros de Puerto Rico y Estados Unidos.
Una de las metas de Anaís es convertirse en ingeniera mecánica y crear su propia empresa. “Soy consciente de que esto no es algo común en el ámbito laboral. Sin embargo, de esto se trata el liderazgo, de creer en algo fielmente y ponerlo en práctica para poder influenciar a otras personas a través de mi ejemplo”, sostiene la defensora de la equidad de género. Este tema le preocupa debido a que, habiendo sido criada por una madre soltera junto a sus otras dos hermanas, vio cómo la sociedad encajona a las mujeres en ciertas tareas y a los hombres en otras.
¿Qué obstáculo o reto has vivido?
“Uno de los mayores obstáculos de mi vida fue la llegada de lo que yo creía que era el amor, cuando tan solo tenía 13 años. Esta edad, es una llena de muchas inseguridades, donde nos sumergimos en una lucha constante por encontrar la aceptación y ese lugar en donde encajar. Esto, pasando por alto quien realmente somos y llevándonos a vivir una vida cegada por las opiniones de los demás que no nos permiten ver esas banderas rojas que son señales de que algo no está bien y que nos llevan directo a vivir una vida llena de inseguridades y baja autoestima. Fue un noviazgo tóxico”.
De esta experiencia, confiesa que aprendió sobre la importancia de ser más independiente para poder valorarse a uno misma lo suficientemente como para no tener que depender del amor de otra persona, a conocer bien a las personas, a no acelerarse a vivir experiencias que requieren más madurez para afrontarlas y a reconocer que primero hay que amarse a uno mismo.
¿Qué características debe tener un líder?
“Considero que un líder deber ser una persona empática, servicial y justa”