Por Ana Castillo Muñoz
La noche es sinónimo de cambio en la vida de Abel Matos. Una noche mientras veía películas en la sala de su casa en el barrio Miñi Miñi en Loíza su teléfono se descargó. Así que decidió entrar al cuarto de su mamá para cargarlo. El televisor estaba encendido. Se detuvo a mirarlo. Y en la pantalla vio un carro. Se asustó. Por las pegatinas reconoció que ese mismo vehículo era el de su tío, quien iba camino a su trabajo en Centro Médico, pero no llegó. Dolorosamente, perdió la vida tras ser víctima de un asesinato.
Con esa partida Abel perdió más que un tío, perdió a una figura paternal, un aliado, su inspiración.
“Me dolió mucho, él era como mi padre. Él, en verdad, me apoyaba en todo. Yo me crié y viví con mi abuela y mi mamá. Mi tío fue quien me enseñó lo bueno y lo malo de la vida. Al enterarme por la televisión me dolió más.
Ambos tenían un deseo en común: y era que su tío lo viera entrar al hospital arrastrando una camilla con una vida para salvar, sin embargo, el destino les jugó otra carta. “Nuestro sueño era encontrarnos en Centro Médico, que él me viera llevando un paciente. Él era empleado de mantenimiento por las noches. La verdad es que voy hacer todo lo posible para que eso pase. Sé que pronto se me dará, quisiera poder encontrármelo allí aunque sea en un sueño…”, agregó Abel, quien tiene 18 años y actualmente está cursando el cuarto año de la Escuela Carlos Escobar López.
Ahora y por ese episodio, desde hace cerca de un año Abel camina con botas. Para él andar con botas le da la oportunidad de ayudar a otras personas a tener una vida digna y sana, desde su trabajo voluntario en el Cuerpo de Manejo de Emergencias de su pueblo natal. Para Abel, sus botas de trabajo le recuerdan cuáles son sus metas. Dar pasos firmes es su día a día, dice que “quizás en el mañana las tenga puesta cuando vaya a salvar una vida”. Sus zapatos, no son cualquier cosa, también son la promesa de sacar a su familia hacia adelante, pues él ahora es el ejemplo de superación más cercano que tiene para su hermanito de seis años, a quien espera poder matricular próximamente en Boys & Girls Club de Loíza.
También fue una noche la primera vez que Abel visitó el Club, gracias a un amigo. Allí, cuenta, le dieron un recorrido por las facilidades y le explicaron lo qué hacían en el club. Convencido de que ese lugar le cambiaría la vida, se llevó una solicitud. Al otro día, volvió con la solicitud de admisión completada. “La segunda vez que volví fue de noche porque yo un joven que me gustaba mucho el problema, era muy volátil, como conocemos por ahí de “mecha corta”, y cuando aquí entré lo hice así para evitar problemas con otros participantes, ya que tenía en la mente que si alguno me miraba mal iba a pelear, pero poco a poco me acostumbré al centro y empecé a venir en las tardes porque me gustó”, comentó Abel, quien al cabo de las semanas comenzó a notar un cambio en su personalidad.
Una de las cosas que más cambio provocaron en él fue el amor de los líderes a los participantes, el cual cataloga como “del cielo a la tierra”. El Club es su segunda familia. “Cuando me mencionan Boys & Girls Clubs, eso para mí es un honor, el yo ser parte del Club. Me siento orgulloso de lo que hizo por mí, del cambio, de las herramientas que me brindó, esa es mi familia y donde quiera que voy digo que soy parte del Club”.
Entre las herramientas que ha adquirido en sus años como participante del Club destaca el manejo y control de emociones, el acompañamiento académico, que lo guiaran a potenciar sus talentos y sobretodo el representar a su pueblo. Para él ser la cara del club de Loíza es mucha responsabilidad, y es ese el mensaje que quiere llevar: que la gente entienda que los jóvenes loíceños no están perdidos, que allí hay muchachos que desean el bienestar y lo mejor para su pueblo. Para Abel, es fundamental la función del club en su pueblo, dice que la presencia de la organización funciona mucho porque ayuda a los jóvenes a borrar de sus mentes que porque son de sectores diferentes no pueden estar juntos. “El Club los ha unido como familia para que sigan adelante”, afirma Abel, quien es miembro de la agrupación de bomba del club, Oporturanza.
Oporturanza es un híbrido entre oportunidad y esperanza, lo mismo que Abel aspira a dejar como legado.